A las niñas les gustan más las muñecas y a los niños los coches. Ellas parecen más dulces y ellos más movidos. Muchos padres y madres me hacen a menudo la siguiente pregunta: «Si los hemos educado de la manera más neutra posible, ¿por qué son tan diferentes?» Y ellos mismos se responden: «Tiene que ser algo genético».

Es bastante común hacer este tipo de apreciaciones basándonos además en nuestra propia experiencia personal. Pero, también es aconsejable tratar de ir un poco más allá. Lo primero sería valorar lo que consideramos como una educación neutra. Que no le hayas pintado la habitación rosa a tu hija, o que le hayas regalado una muñeca a tu hijo, no indica que no estés educándolos de manera estereotipada a través de muchas otras acciones inconscientemente.

8168663317_12313982e5_cFotos de love_K_photo en Flickr

De hecho, en nuestra sociedad y en nuestros días, esta tarea se vuelve de lo más difícil, debido por un lado a toda esa construcción social que hemos adquirido durante años y de la cual cuesta mucho deshacerse, y por otro, a toda la influencia que nuestros hijos e hijas reciben del exterior.

Numerosos expertos y científicos han analizado ciertas diferencias entre ambos sexos desde el mismo momento de su nacimiento, diferencias sensoriales, madurativas… Por poner un ejemplo, los niños suelen ser más movidos y las niñas sufren de menos infecciones. Sin embargo, también se ha demostrado que estas pequeñas diferencias, debidas en muchos casos a las hormonas femeninas o masculinas (estrógeno o testosterona) poco tienen que ver con nuestros conceptos de niño o niña, y en consecuencia, con la idea que tenemos sobre un hombre o una mujer adulta.

8168689662_f7338fb78a_cFotos de love_K_photo en Flickr

Partiendo de nuestra idea preconcebida de cómo debe ser un niño o una niña, tendemos a educar de manera inconsciente hacia el cumplimiento de esos estereotipos. Veamos un ejemplo: Padres y madres, más papás que mamás, jugarán con mayor frecuencia al balón con sus hijos que con sus hijas, lo cual provocará por un lado que los niños avancen en sus capacidades motrices respecto a las niñas, y que además ellos y sus hermanas aprendan que son sus papás, es decir los modelos masculinos, los que realizan estas funciones.

Respecto a la expresión de las emociones, está demostrado que los varones recién nacidos son mucho más irascibles y con tendencia a expresar sus emociones mucho más que las niñas. Sin embargo, papás y mamás reprimiremos muchas de estas manifestaciones en los niños con la idea de hacerlos más «hombres», más «fuertes» para la vida. Ellas serán siempre atendidas con mucha más premura al llorar o caerse, generándoles una necesidad de protección y debilidad que tampoco será positiva en un futuro. ¿Os suena un poco todo esto?

Estos breves ejemplos nos demuestran que no todo es naturaleza o entorno en la educación de nuestros hijos.  Afortunadamente, la biología no marca nuestra vida de manera irreversible, y en las últimas décadas se ha demostrado además, que tampoco todo es construcción social, sino que la naturaleza puede ser modificada por el entorno.

Fue en 1942 cuando el biólogo Conrad Waddington acuñó por primera vez el término «epigenética», aunque se dice que el propio Aristóteles ya había hecho referencia al mismo siglos antes. La epigenética es una rama de la biología que nos indica cómo nuestros genes pueden ser modificados por el entorno a lo largo de la vida. También nos cuenta cómo ciertos genes parecen «apagarse» o «encenderse» provocando cambios en nuestra fisiología, morfología o conductas, y estos cambios podrán además ser heredados por nuestros hijos. Un ejemplo muy claro de ello es el peso y la altura en los niños.

 

 

Pensad en dos hermanos etíopes con el mismo código genético separados al nacer debido a la adopción de uno de ellos. El niño que permanece en Etiopía probablemente sufrirá de malnutrición, y sus medidas y peso poco tendrán que ver con el niño que ha venido a España y que será alimentado de una manera sana y suficiente. El genotipo de ambos hermanos será el mismo, pero el fenotipo, es decir las características que podemos observar exteriormente, habrán variado siendo modificadas por el ambiente.

Ahora que podemos entender cómo el entorno puede influir en las futuras capacidades de nuestros hijos e hijas quizás seamos más cuidadosos a la hora de educarlos. Como dice la neurocientífica Lise Eliot: «Que un bebé con células XY se convierta en nuestro concepto de «niño» o u bebé con células XX en «niña» requiere mucho más interacción con el medio de lo que pensamos. Interacción que comienza ya en el líquido amniótico y continua con todos los recitales del coro, los partidos de futbol, las clases de ciencias en el instituto, y las normas del parque infantil que incesantemente refuerzan lo dividida que está nuestra sociedad en cuanto al género».

5935871587_c3eba8d7aa_bFoto de Mulan en Flickr

Todos deseamos una sociedad más justa, en la que tanto hombres como mujeres podamos acceder a los puestos que queramos según nuestras personalidades y capacidades, obteniendo iguales beneficios por ello. Una sociedad en la que ser hombre o mujer, niño o niña, no te ponga en sacos diferentes con derechos diferentes.

Pero para ello, tenemos que tratar de educar a nuestros hijos e hijas de manera que tengan las máximas oportunidades en la vida, e introducirlos desde su nacimiento en un mundo azul o uno rosa no les ayudará en absoluto. Es más, está demostrado que las personas más inteligentes  y exitosas son aquellas en las que las habilidades femeninas o masculinas se combinan, pues ello les garantiza una visión del mundo mucho más amplia.

De nosotros depende…

¿Quieres que tus hijos e hijas tengan éxito en la vida?

Una de las claves es regalarles el mundo,

no solo una parte de él, 😉

 

 

Comenta

Publicaciones relacionadas