Los femspacios y su poder

Hace tiempo que me he puesto a observar cuáles son los espacios que las mujeres tomamos como si fueran nuestros. Se habla mucho de aquellos espacios a los que no llegamos por culpa del famoso «techo de cristal» por ejemplo. Pero no se habla de los lugares que tomamos como nuestros, cuando no lo son, haciéndonos un flaco favor a nuestras personas. A estos sitios donde aparcamos nuestro cuerpo de mujeres, cuando deberíamos compartirlos con los hombres los he denominado: los femspacios.

Femspacios en el hogar

En realidad, existen todo tipo de femspacios en todo tipo de lugares. Pero los más evidentes y quizás los que más nos perjudican son aquellos que corresponden a la esfera más íntima: nuestro propio hogar. Llevo varios meses estudiando mi propia práctica respecto a los femspacios. Y al mismo tiempo he analizado la de mis hermanas (tengo tres), la de mis cuñadas (tengo cuatro), la de mis sobrinas, la de mis colegas maestras, la de mi madre, mis tías, vecinas y demás mujeres que forman parte de mi vida.

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En casi todos los casos se repite el mismo patrón. Las mujeres transformamos determinados espacios en femspacios y con ello, sin darnos cuenta, perpetuamos los estereotipos de los cuales luchamos por escapar.

Si estás leyendo esto, y eres mujer, piensa en cuál es tu sitio en la mesa que habitualmente usáis en casa para comer, sea la de la cocina o el comedor. Probablemente tu espacio, tu femspacio, sea aquel que está más cerca de la vitro, los hornillos o el fregadero. Nadie ha decidido que ese espacio te corresponde a ti. Seguramente fue el que quedó libre el primer día que se sentaron todos porque tú fuiste la última en sentarte a comer, ya que estabas cocinando o sirviendo. Y ese espacio, sin realmente tú quererlo, pasó a ser solo tuyo. Se convirtió en otro femspacio más de tu hogar.

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De esta manera cada vez que alguien necesita algo, sea la sal, el agua, o una servilleta, tú eres la que se levanta a por ello. Porque tu femspacio te otorga esa mayor facilidad para dichas tareas, a la vez que te confiere la responsabilidad de atender a tu familia en todo momento, llegando a levantarte hasta diez veces de la mesa en cada comida. «Mamá, quiero más», «¿Me traes un poco de vino cariño?», «Mami, ¿me cambias el plato?», «Me cayó el tenedor, ¿me das otro mamá?», etc, etc, etc…

Algo parecido ocurre en el salón. Tu femspacio seguirá estando más cerca de la cocina. Pero en este terreno habrá perdido poderío de decisión. Probablemente el mejor sillón, o la mejor parte del sofá, junto con el mando, habrá sido ya tomado por el resto de la familia. Y eso habrá ocurrido porque tú serás la última en llegar al salón, ya que te habrás quedado limpiando la cocina. Pero ni te darás cuenta…

 

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Femspacios fuera de nuestro entorno

Cada vez que hay una comida familiar, los femspacios reaparecen. Da igual que no sea en tu casa, que sea en la de tu suegra, o la de tu cuñada. Las mujeres siempre se sentarán más cerca de la cocina o el fregadero, para así ayudar sin tener que levantar al resto y molestarles. Ellos se sentarán en el lugar más alejado porque también serán los primeros en llegar a la mesa. En el caso de los adolescentes será raro que se levanten a echar una mano, sin embargo sus primas y hermanas seguirán repitiendo los patrones de los femspacios.

Si toca comer fuera de casa ídem de ídem. En el restaurante ellas se sentarán siempre al lado de los niños, para cortarles el filete, darles de comer o elegir el menú que tomarán los peques. Su femspacio estará siempre al lado de «las crías«. Ellos ocuparán cualquier espacio aunque esté algo alejado de sus hijos, llegue antes o después, porque ella ya se habrá hecho con el espacio más cercano de todas maneras.

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Es posible que pudiésemos continuar hablando de femspacios en la sala de juntas, en la oficina, en las butacas de las conferencias, o con el propio dormitorio… Pero creo que la idea ha quedado lo suficientemente clara.

Este artículo no pretende esta vez recriminar a los hombres. Sino que es más bien una crítica a nosotras mismas como mujeres. Pero sobre todo es una invitación a eliminar esos femspacios de nuestras vidas y a compartirlos con el resto de la familia. Al principio, os puedo asegurar que les parecerá extraño a todos, incluso a vosotras mismas. Pero será un primer paso para repensar el por qué de los femspacios, y el daño que nos pueden estar haciendo sin que seamos conscientes de ello.

¿Te unes contra los #femspacios? Te invito a usar este hashtag en las redes compartiendo tu experiencia rompiendo algún #femspacio en tu entorno personal o profesional. Cuéntanos cómo lo hiciste, qué sentiste, y qué pasó después.

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2 Comentarios

  • Publicado hace 30 Marzo, 2023

    Cecilia

    Interesante reflexión. Nunca lo había pensado y ahora no puedo parar de hacerlo.

    • Publicado hace 28 Abril, 2023

      Alba Alonso Feijoo

      Ay Cecilia… ni yo… pero es una buena reflexión para actuar. La próxima vez siéntate tú en el mejor sillón o quédate en esa parte de la mesa donde se tiene que levantar todo el mundo para poder ayudar.

      Y analiza qué ocurra y cómo responde la gente.

      En nuestro poder está cambiar las cosas, siempre de manera educada y no violenta por supuesto, ;). Gracias por pasarte!

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